UN APÓSTOL
LA MEJOR OCUPACIÓN DE UN APÓSTOL
Diría yo, sin miedo a equivocarme, que la mejor ocupación de un apóstol y la condición de fecundidad más segura para su apostolado es ésta: jugar a la escondendida en todo cuanto hace para gloria de Dios y provecho de sus prójimos
¡Que no lo vean! ¡Que no lo pillen! ¡Como gritan los chiquillos qu a eso juegan! así hay que practicar el apostolado
¿LA RAZÓN?
Muy sencilla y muy a mano
Que cada uno de nosotros, y los apóstoles no son excepción, tiene dentro de su corazón algo así como una gran esponja con sed rabiosa de un líquido que se llama gloria, y como no ande con gran cuidado, se moja y empapa hasta con las evaporaciones de ese líquido por lejos que esté y aunque no lo parezca…
Y, ¡Claro!, como en el apostolado todo es buscar gloria y cada vez mayor gloria para Dios, hay el peligro que la esponjita nuestra, al oler líquido de gloria, se equivoque o se meta a ladrona y tome para sí lo que sólo iba para Dios
Por eso el procedimiento mandado por el Maestro que sabe lo que hay en el hombre, es éste: poseer la obra y quitarse del medio, para que, en cuanto empiece a producirse la gloria de Dios, no haya peligro de absorciones fraudulentas
Conque, almas de apóstol, esparcid a vuestro alrededor cuanto bienestar podáis, por medio de tolerancias de defectos, de menudos servicios prestados, de buenas caras, de palabras a prójimos avinagrados, de delicadas e ingeniosas excusas de faltas ajenas y hasta grandes sacrificios, pero sin directa ni indirectamente: yo fui…,
sino como el que no hace nada o lo hace tan a gusto y expontáneamente que no hace caer en la cuenta al que recibe el favor, es decir, haced muchas, muchas obras buenas, chicas o grandes, jugando a la escondida...
(Libro APOSTOLADOS MENUDOS, de San Manuel González)